Vampiro y Operador de Telescopios




Afuera se ha cubierto de nieve y una vez mas el cerro me recibe luminoso y frío, como un planeta distante y ajeno.
En mi corazón los recuerdos de fin de semana junto a mis hijos.
El frío cala los huesos y en mi habitación encuentro mis pequeños tesoros que de alguna manera me acercan al distante hogar que he dejado hace algunas horas.
Me obligo a dormir, me apago y despierto convertido en un Vampiro al final del día.

Mientras tanto vuelvo a escribir con la misma dificultad con que un niño aprende a caminar. 

Aquí estoy en el telescopio otra vez.
Donde la noche avanza lenta y los pensamientos desfilan entre exposición y exposición.
Bajo un cielo repleto de estrellas mil veces me he sentido insignificante, un navegante estelar, ciego e ignorante en la noche de los cielos del norte de mi país.

Cada noche opero un telescopio a 2500 metros de altura. Cada noche me convierto en una especie de chofer estelar, el equivalente a un chofer que maneja un Roll Royce por las calles del vaticano.
Este lugar es mas sagrado tal vez.

Así me siento operando uno de los telescopios Magallanes cada noche.
Una fina y precisa pieza de la ingeniería tan exacto y confiable como un Rolex.
Siento que pertenezco a una elite, pero nunca nadie lo ha notado.
Un pequeño grupo de seres de la noche que pasa inadvertidos entre el quehacer humano.
Quizás no mas de 100 en todo el mundo.
Médicos hay miles.

Cada mañana corro como lo haría un Vampiro hacia mi habitación, no quiero ver el sol, me impide dormir ya que seguro gatilla una serie de hormonas, las mismas que mueven a los seres de día, aquellos que yo ya no pertenezco desde hace un tiempo.
La noche invita a reflexionar y no solo a mirar las estrellas, también invita a buscar la esquiva paz interior.

Cada semana también trato de soportar mi vida diurna entre los que me quieren y soportan en Santiago.
Entre los cambios de humor y una continua sensación de resaca alcohólica.
He aprendido a vivir así, permanentemente desequilibrado, insoportable.

Comentarios

Anónimo dijo…
Muy bueno, puta es la pura verdad, me siento identificado a 1000. Nuestro trabajo es único, especial y a veces agitado e injusto. Pero queda la sensación de haber exprimido la luz del cielo.
Esa kuz que nos hace falta a todos para poder seguir volando.

un abrazo

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